jueves, 1 de marzo de 2018

"Todo lo que hay" de James Salter

Tras participar como joven oficial en las batallas navales de Okinawa, Philip Bowman vuelve a casa y, después de pasar por Harvard, consigue un empleo en una pequeña editorial de renombre en Nueva York. 

En esa época, la edición atañe a un puñado de editoriales en América y Europa que desarrollan su negocio en una frenética actividad social: cócteles, cenas, encuentros en apartamentos de leyenda y conversaciones que se alargan hasta altas horas de la madrugada. En esos ágapes mundanos donde se fraguan acuerdos furtivos y se deciden carreras literarias, Bowman se siente como pez en el agua. 
Sin embargo, pese a su éxito profesional y a sus infalibles dotes de seductor, el amor duradero parece eludirlo. Cuando finalmente conoce a una mujer que lo fascina, Bowman emprenderá un camino que nunca había pensado transitar.


James Salter (Nueva York, 1925-2015) 

Nació con el nombre de James Horowitz. Ingresó a los 17 años en West Point. Estuvo doce años de servicio como piloto de guerra en la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Tuvo más de cien acciones de combate en Corea. Sus dos primeras novelas se basan en sus experiencias como aviador. Una de ellas, Pilotos de caza (1956), fue llevada al cine y protagonizada por Robert Mitchum.
Espaciados en el tiempo, los distintos títulos de Salter brillan de manera sostenida a gran altura, ajustándose a un guión fijo: celebrado por un reducido grupo de críticos y escritores como uno de los mejores autores de nuestro tiempo, para el público general era un perfecto desconocido. Entre los demás títulos que integran su obra, destacan dos extraordinarias colecciones de relatos, Anochecer (1988) y La última noche (2005), así como su libro de memorias, Quemar los días (1997).
Las cosas cambiaron de manera milagrosa con la publicación en EEUU de Todo lo que hay (2013), su primera novela en casi 35 años, cuando el autor contaba 87, y que, conforme al criterio unánime de la crítica, es su mejor obra de ficción. La fama que llevaba tantos años rehuyéndole, decidió de pronto llamar a su puerta. Poco después de su publicación, Salter recibía el Premio Windham Campbell, otorgado por la universidad de Yale.

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